sábado, 26 de marzo de 2011

Somos el tiempo que nos queda



La tentación de lo prohibido me muerde salvajemente el estómago; me obliga a vivir así, en constante sensación de vértigo, subida a este estrafalario parque de atracciones que ahora es mi cuerpo, o mi vida, o lo que sea...

A veces vomito palabras: me resulta absolutamente imposible contener la náusea.

Brotan a borbotones de mi garganta, una vez congelada la necesidad imperiosa de gritar, o de huír, o de bailar bajo la lluvia helada una noche sin luna, o simplemente dejarme arrastrar por la corriente del Huécar, -pequeño y poderoso río que fluye sin piedad, cayendo en cascadas, salpicando con su espuma solitaria, ahogándome en la nostalgia de su fondo pantanoso y ténue, opaco y gris.


No, no puede estar pasando: creímos ser dioses y solo somos seres humanos. Dije: "Somos dioses y éste es nuestro universo". Mentí, me equivoqué, me traicionaron los sueños.

Pensaba que volar no es tan difícil como pensamos, ni mucho menos. Pensaba que podía ser feliz, -y claro, no perdíamos nada con intentarlo-.

Ahora solo sé que no sé nada, y que al mismo tiempo, lo sabemos todo. Que no puedo hacer otra cosa además de escribir, de arrancarme toda emoción de los labios, de empaparme en esta prosódica tempestad que es mi cuerpo y mis frases, los versos procaces, los abrazos rotos, los besos no pronunciados. Somos poco más que palabras, ¿no crees...? Ya no sé ni a quién se lo pregunto, pero nadie me responde.

A veces creo que escribo para no hablar sola en voz alta, como si estuviera loca, -tan loca como aquel conferenciante, ilustre señor Palacios, genio a ratos, que dejó a todo su público anonadado, con su tartamudeo incansable, casi desesperado, que no entendí entonces, pero ya comprendo.

Qué locura el chichisbeo.- Nos daba risa la palabra, el discurso atropellado, las muecas, los roces en el brazo, las ganas de salir de allí, dejar paralizado el acto, detener el aire caliente y atrapar el viento helado con las manos. Sueño que seguimos subiendo esa escalera interminable, y no deseo que se terminen sus peldaños. Sueño que sueño, y vuelvo a estar en trance literario.


Se me escapa un intento de poesía cuando me estás mirando. Tienes los ojos tristes, -de cervatillo asustado-, y quiero callarme porque sé que mis palabras te hacen daño, que te gustan tanto, que quieres oírlas a todas horas o solo de vez en cuando. Mi media sonrisa es traviesa: me estoy confesando. Confieso que fingí estar dormida durante un tiempo extraordinario. Y sabía tus ojos bailando, sobre mi nuca, sobre mis párpados, y me daba miedo abrirlos y no encontrarlos. O mirarte y quedarme para siempre paralizada en su hechizo seductor, torpe y malvado.


Fue sencillo el pestañeo mortecino, atrevido e inocente, tranquilizador y maquinado. Fue una suerte de grito desesperado.


Tengo los ojos entrecerrados, y tú respiras todavía; muy lejos, sí, pero a mi lado.




1 comentario:

  1. chichisbeo.

    (Del it. cicisbeo).


    1. m. Galanteo, obsequio y servicio cortesano asiduo de un hombre a una dama.

    2. m. Este mismo hombre.

    3. m. coquetería (‖ acción de coquetear).

    ResponderEliminar