martes, 5 de abril de 2011

Triple salto inmortal




Jamás pensé que pudiera saltar tan alto, ni llegar tan lejos, ni aferrarme a alguien con tanta fuerza por miedo a caer.

Confieso que siempre tuve pánico al tortazo. -Y no, no hablo en sentido figurado, ni mucho menos-. Durante esas interminables horas de educación física, martirizada por la tiránica, implacable, -y enana, para colmo-, profesora, me encontraba sometida a los equilibrismos más absurdos y expuesta al dulcísimo tortazo que remataba en mi culo, -aunque más de uno debió ser en la cabeza, sino no me explico tanto verso y tanta historieta...

Hoy ha sido un día de lo más insensato. Quizá porque me siento sucia después de haberme duchado tres veces, y es que los del Canal de Isabel II - que a ver quien se mete con ellos con semejante nombre pomposo, -me han cortado el agua a ratos, y cuando volvía, solo salía barro.

Y creédme, ducharse con agua amarillenta es como sumergir la cabeza en un pantano, qué asco.

Luego, para más inri, he ido al gimnasio, dispuesta a entablar conversación con los magníficos y poco intelectuales queridos pesos pesados, que no han leído un libro en su puta vida. -Y así les va, todo el santo día sudando...-. Bueno, pues eso, que he llegado y no estaba allí el entrenador argentino, con su risa fácil y su donjuanismo. Que se había lesionado, me han dicho. -Pues muy mal, chico, dejarte escayolar y todo, tener que quedarte varios meses en casa, y ahora, ¿quién me da conversación mientras "hago que corro la maratón"?

Mi consuelo es que su sustituto es joven, y está bueno... pero me ha tachado de su lista de posibles en el acto. No sé cómo ha pasado. Solo sé que ahí estaba yo, bajando de la bici con estilo inmejorable, lanzándole una mirada de ésas, -de las perversas que reservo para ocasiones especiales-, y de repente, catapum!!!

Me he caído estrepitosamente, y el culpable ha sido el cordón de mi zapatilla, que se había enredado -no sé cómo, ni por qué, ni cuándo-, en un pedal del estúpido aparato.

Por eso mismo me pregunto, volviendo al asunto del salto, cómo es posible que no me haya matado. Quizás porque el destino nos pone la zancadilla cuando menos nos lo esperamos.

Quizás porque la luna hoy tiene un resplandor mágico, quiero pensar en las cúpulas bulbosas del palacio de las mil y una noches, y soñar que volamos, en una alfombra atravesando el cielo estrellado, en nuestra búsqueda incansable de un Mundo Ideal.

Y si no existe, nos lo tendremos que inventar...



1 comentario: