jueves, 16 de junio de 2011

Juego de dos




Todo el mundo sabe que la seducción es un juego de dos, -y de dedos, también-. Dos pares de ojos que se cruzan en el espacio-tiempo, dos codos que se tropiezan, por casualidad en el mismo reposabrazos, dos hileras de dientes que se insinuan entre unos labios incautos, un pie que consigue abrirse paso hasta una sandalia desprevenida y zas! le pega un pisotazo que no olvidará fácilmente, un nombre pronunciado en voz alta a deshora, un piropo disimulando en un soneto. Quién sabe. Vivimos en un continuado e indiscreto mundo donde todo tiene doble sentido, donde ser inocente no está permitido a partir de ciertas edades, donde todos juegan, y la mayoría pierde porque no se ha molestado en leerse las reglas que venían en la solapa de la caja, por eso de que las instrucciones son inútiles y van directas a la basura. Luego vienen los llantos, por no saber cómo solucionar nuestros innumerables problemas.
La seducción es, como todo, un juego de habilidad, compenetración y entendimiento. Hay que ser ágil y mover las piezas rápido, pero ojo! siempre con cabeza. La suerte no es cuestión de azar, sino de perder tantas veces como sea necesario para aprender a conquistar las metas en el momento oportuno. En este juego tampoco tienen cabida las trampas. No vale la pena siquiera planteárselo.
El único trofeo que le espera al trampoco es el consuelo de saberse un perdedor deshonesto que abraza un premio inmerecido con las dos manos. Como el marido que rodea egoístamente a su mujer con los brazos porque sabe que, más tarde o más temprano, ella lo abandonará por otro más listo y atractivo, o simplemente, con más pasta que él.
La seducción es una invitación al baile que solo se culmina bailando. Bailar y seducir moviendo nuestra ficha, ganar terreno y avanzar de casilla, no quedarse quieto, no echarse atrás. El hombre seductor no es ese que se acerca al enemigo con una copa en la mano, la mirada segura y elocuente, las manos largas y la sonrisa happident. No. La mujer es seducida por el tipo misterioso que oculta sus miradas bajo una cortina de pestañas, que se sienta solo en la barra y la mira bailar y la mira mover las calderas y la mira y la sigue mirando, y ya no puede dejarla de mirar. Porque, contra todo lo esperado, la mujer juega con ventaja en el arduo juego de la seducción. El gesto gracioso de una chica insegura sobre tacones muy altos, que la obligan a andar con los pies ligeramente hacia dentro, y los doloridos dedos ahuecados tímidamente en el zapato infernal, aferrándose a un resquicio para no resbalar. El gesto consternado de la mujer madura que trata, sin éxito alguno, de bajar el vuelo de su falda, que ha cobrado vida repentinamente, lanzando una cana al aire y dejando intimidades al descubierto, al pasar por una reja de ventilación del metro. El gesto impaciente de la chica que llega tarde, como siempre, a la cita con su amigo-casi-novio, que se pelea con el rímel y la barra de labios y el colorete y sostiene a la vez un diminuto espejo, ajena a los traquetreos del cercanías y a la mirada aviesa de algunos pasajeros. El gesto pueril de secarse una lágrima tonta en una anciana, emocionada por el jolgorio de sus nietos. Un baúl de gestos y un sinfín de maravillas cotidianas conforman el milagro de la seducción. El juego prohibido. Un juego múltiple, un juego adictivo, de roces furtivos en la espalda, de proposiciones indecentes en el Retiro. Un juego para dos parados en sendos andenes del tren, que se muerden con el pensamiento sin pronunciar una sola palabra. Seducción. ¿Tiras o tiro?

1 comentario:

  1. Está muy bien esta prosa; fluye adecuadamente. Otra cosa es lo que dice la prosa, sobre lo que hay opiniones; pero me gusta, porque tú ves la seducción como algo que está delante, naturalmente que de acuerdo con tu condición. Lo ves como un juego, en realidad, peligroso, pero juego. Piensa si pude haber personas que entregan a ese juego muchas más cosas y que ya no lo ven como juego sino como lugar valioso.
    Son complicadas todas esas variaciones sobre un tema que se encuentra incómodo entre palabras y prefiere otros escenarios.

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