lunes, 24 de octubre de 2011

Si tiembla mi voz








Temblor si me miras frente a frente
temblor si descubres mis temores
temblor si penetras en mi mente
temblor si desatas tus amores.

Temblor si temblando susurras
adiós en lugar de un hasta pronto
temblor si tus ojos tienen hambre:
los míos no quieren estar solos.

Temblor en todas nuestras voces,
temblor en todos nuestros cuerpos.
Temblores que van y nunca vienen,
temblores que ya son solo versos.

sábado, 22 de octubre de 2011

Inspiración malsana


Ya resuenan tercos, casi obscenos

mis pasos de tacón, sobre el asfalto.

Tengo la náusea a pedir de boca,

tengo el corazón hecho un guiñapo.

Ya son casi las dos de la mañana

y yo aquí comiendo jamón serrano

con galletas maría y pensando

qué milagro estar viva, qué puto asco


encontrarse en el metro a un tipejo

calvo, gordo, lascivo y trajeado,

que saca trozos de pizza del bolsillo

con manos grasientas, como un mago.


Noche de versos sin cicatriz,

ojos café con leche del pasado,

putas y ladrones familiares,

aliento fatal a whisky barato.

lunes, 10 de octubre de 2011

Carpe diem







Caminas. Ni muy deprisa ni muy despacio; simplemente caminas. En la quietud de la noche se escucha nítido el repiqueteo de tus pasos desiguales sobre el asfalto gris, sucio, mal adoquinado y siempre traicionero.

Tus pisadas son firmes y no se detienen nunca. Estás cansado, tienes frío y mucho sueño, bastante hambre y, lo que es más importante, demasiado tiempo que malgastar. Sabes que hagas lo que hagas llegará el día señalado, en el que te convertirás en tu propia sombra, -esa que adivinas a tu derecha al pasar por delante de una solitaria farola del parque-, y nada será como antes de saberte vivo, loco y mortal.

El soniquete de tus zapatos te resulta plácido y deliciosamente convencional. Cuando oyes ese ritmo tan distinto del silencio consigues acompasar los latidos de tu corazón, que ya no solo bombea sangre, sino ríos de pasión, desigualmente distribuidos por tu cuerpo.

Las voces han dejado de sugerirte maldades, y vuelcas todo el peso de tu mirada en el brillo de la luna, que está resplandeciente esta noche con sus velos transparentes de seda. La miras con cierta envidia y te apresuras a palpar la piel que te envuelve, tu cáscara fortuita. No te gusta, pero estás tan acostumbrado a vivir bajo su protección que has terminado conformándote con lo que la naturaleza te ha dado.

Una media sonrisa maliciosa salpica tus labios secos al recordar unos ojos selváticos reinventados en la memoria, que te persiguen en las más sabrosas pesadillas. Hundirse en ellos es perderse en el Amazonas, sin brújula y sin mapas, exponiéndote a sucumbir bajo las garras de las bestias salvajes.

Sigues caminando como si los relojes se hubiesen detenido de súbito y la noche fuese a durar para siempre. Metes las manos frías en los bolsillos del abrigo y descubres que te has gastado todas las monedas y ya no te queda nada que lanzar en el pozo de los deseos. Así pues, decides separarte de un viejo guante soltero desde hace varios inviernos, y al soltarlo en el agua, sientes como te quitas un verdadero peso de encima.

Él se aleja, con su olor a cuero y a pasado turbulento, y tú no te molestas siquiera en decirle un fingido adiós con la mano. No merece la pena. Mañana mismo irás a una tienda cualquiera y comprarás unos guantes cualquiera; pero eso sí, uno para cada mano.

Tal vez el marinero solitario haga una larga travesía para encontrar a su pareja. O tal vez nunca lo haga y, seáis simplemente, almas gemelas.

viernes, 7 de octubre de 2011

Hielo abrasador, fuego helado






Hace frío bajo el camisón suave

en esta habitación desmesurada;

ya los libros tiritan temblorosos

en su encuadernación de tapa blanda.


Hace frío en este corazón de azúcar

que pierde a cada paso el envoltorio

de camino al abismo de tu boca

que invoca este cuerpo transitorio.


Hace frío por dentro de la sangre

que recorre mis venas putrefactas.

Hace un calor tan frío que arrasa


hileras de botones a su paso,

dejándome desnuda y sin traje

que lucir en la nueva madrugada.








domingo, 2 de octubre de 2011

Imaginario sentimental








Correr, correr, correr

cada vez más deprisa

sobre el duro asfalto;

correr y agotar la vida

correr y morir despacio.


Pisar las hojas muertas

que despiden al verano,

pisar con fuerza, con la rabia

contenida en el pecho

estos dieciocho años.


Correr, correr, volar

cada vez más alto

hasta rozar lo etéreo

aunque tenga miedo

aunque sufra pánico.


Inventar tu figura

caminando sin prisa,

que acude a mi encuentro

con la misma sonrisa

en los labios entreabiertos.


Correr, correr, soñar

que un día nos detendremos;

correr, correr, seguir

corriendo hasta caer rendido
y eyacular estos versos.